Esta lectura nos hace una gran reflexión de que cuando nosotros perdemos a un ser querido nos queda un vacio que nunca podremos llenar, sabemos perfectamente que todas las palabras son inútiles ante dolores como estos. Decir palabras de consuelo muchas veces suena algo absurdo ya que la tristeza que nos embarga por un ser querido es sagrada por eso muchas veces solo queda la esperanza de que en algún momento de la vida nos volveremos a encontrar basándonos en la vivencia de Jesús que cuando él murió resucitó.